sábado, 6 de febrero de 2010

Locura temporal

Laberinto en la mente, de sueños inconclusos, de sentimientos flotando entre el ya pasó y lo que vendrá. De psicosis aterradoras que golpean a las dosis de cordura que aun quedan.Estados positivos cayendo en picada por la opresión de malos momentos.
Noche oscura y fría que abre la puerta de amores pasados, terminados y olvidados.Soledad que se hace un espacio en la cama y se convierte en compañía, reunión indeseada de compañeros habituales. El cigarro y su humo, el escoces, el dolor, el arrepentimiento y la rabia.Cierro los ojos y veo tu cuerpo desnudo sobre mi cama. Tus ojos, como mar en calma, reflejan la luz del sol que hace entrecerrar los míos. Tu piel blanca, de marfíl, es una sensación agradable, el prefecto recordatorio de la química que hubo entre nosotros. Tus pechos, siempre rebeldes, de la justa medida de mi boca y que invitan a ser tocados. Tus caderas, redondas, fuertes pero a la vez muy femeninas.Las piernas, un poco flacas; tú punto debíl, pero que se veían muy bien alrededor de mi cintura o apoyadas sobre mis hombros.
Te veo, pero no estas en realidad. Hace mucho que te fuiste. Hace mucho que ya no estas. Demasiado tiempo sin tu olor en mis sábanas, demasiado tiempo sin ver tu cara ruborizada, con algunos cabellos húmedos de sudor sobre tu cara post- coito. Casi no recuerdo el contacto de tus manos aventureras que descubrían y redescubrían rutas hasta mi sexo, a punto de explotar. Y te reías, disfrutabas los espamos que ocasionaban tus dedos jugueteando en mi espalda, suave, sutil, sensual.
Abro los ojos y no estas, o soy yo el que esta ausente. El que buscó un camino diferente al tuyo. O fui yo, el que no supo conservarte a mi lado.
Abro los ojos y me encuentro con la ventana de la habitación. Afuera repiquetea la lluvía sobre el cristal y los transeúntes corren de techo en techo. Con un periódico sobre la cabeza, evitando el empaparse de un solo golpe. Recuerdo cuando tu cuerpo era besado por la lluvía, o era en la ducha, cuando de pie y aferrada a mi cabeza, suplicabas porque detuviese mi lengua intranquila y obsesionada con la anatomía de tus profundidades. Recuerdo la lluvía cayendo sobre mi cara, o eran mis lágrimas. Surcando los pómulos y cayendo en caída libre el día que te fuiste.
El reloj, avanza. El tiempo, no. Danzan de una manera frenética, intentando enloquecerme a cada minuto. Y la noche, oscura, fria. Me hace recordar, que no recuerdo porque no te tengo