Cerca, en esa zona, había un restaurante que ofrecía desayunos. Realmente era una luncheria que ofrecía almuerzos, cenas y hasta una comida trasnochada.
Hablaron poco en el carro. Plácido porque esperaba un mejor ambiente para conversar, quería pedirle matrimonio en tranquilidad, no en el carro. Ella, porque estaba distante, un poco, mirando por la ventana los carros pasar.
Al fin llegaron, Plácido estacionó el carro y se apresuro a abrirle la puerta a ella. Encontraron una mesa en la terraza que daba a la calle. Un mesonero, retiró la silla de ella y luego la acomodó. Por su parte, Plácido tomo asiento y casi tumba el servilletero y los condimentos. Ambos sonrieron. No era la primera vez que delante de ella, la torpeza de Plácido hacia acto de presencia.
- Necesito decirte algo, no puede esperar más- Soltó ella sin mucha diplomacia, luego de haber ordenado los jugos. Ella pidió de fresa y Plácido de naranja.
- Pues vas a tener que esperar un poco más, pues yo tengo algo que decirte. Para eso te llamé.- Y la garganta de Plácido comenzaba a secarse. La saliva se hacía más espesa. La vista se le nublaba un poco. Sólo ella, se mantenía ingrávida en el centro de su punto focal.
- Pero…- ¡Pero nada!- Interrumpió Plácido- Te llame yo, en un acto de valentía.- Hoy me salto la caballerosidad y hablo de primero.
- Lo que tengo que decirte de verdad es muy importante, incluso puede afectar aquello que quieras decirme.- Dijo ella, bajando la mirada a la mesa, mientras sus manos jugueteaban distraídamente con una servilleta.
El auriga solar seguía con su andar monótono diario. Poco a poco se iba acercando al cenit. Un calor agradable flotaba en el ambiente, incluso los perros de la calle se dejaban llevar por la tranquilidad producida por el calor.
Plácido la observaba fijamente. Esperó a que levantara la mirada y cuando lo hizo dijo sin pensar: - Cásate conmigo.
Sus ojos se encontraron súbitamente y se mantuvieron sin parpadear lo que pareció una eternidad. Una lagrima asomó por el ojo izquierdo de ella. De pronto los sonidos de la calle desaparecieron y se escuchó como un trago grueso atravesó la garganta de Plácido, la manzana de Adán se elevó lentamente y volvió a su posición. Las manos de él buscaron las de ella, esperando fundirse en un apretón que delatara su respuesta. Pero ese apretón nunca llegó. Ella bajó la mirada y rompió el silencio con un suspiro prolongado.
Martinnnnnn como dejas este capitulo asiiii!! no puedop contigo... Quiero leer YA el 6
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