miércoles, 21 de julio de 2010

Deseo (5)


Verónica no salía de su asombro, como una noche que había empezado tan bien, estuviese tomando estos derroteros. Ella tampoco era tan bella, como para que Abel se convirtiera en un primate. ¿Dónde estaba el caballero que le prestó el saco cuando hizo frío? O para no ir tan lejos, ¿dónde estaba el hombre que se le insinúo en el ascensor?
Volvió a la realidad cuando sintió un dolor en el pezón derecho. La había mordido, el muy idiota la había mordido, agregando –“ ¿te gustó, verdad? Si… sé que te gustó por como te estremeciste”
Verónica, se encontraba deseando que todo terminara ya, necesitaba salir de allí. La mano izquierda del torpe invasor se estaba dirigiendo hacia su braga, el objetivo era su sexo. La derecha seguía apretando el adolorido pezón mordido mientras la boca de él, esparcía su saliva por el seno izquierdo. Chupaba como si estuviese tomando refresco de un pitillo. No era nada agradable.
“-Hay que darle cariñito a las 2 niñitas por igual… ¿Verdad, bebe?” Esa era la guinda del helado. Verónica no podía creer que el tipo joven y culto, caballeroso por demás, que le había brindado una velada espectacular antes de llegar al hotel, se había convertido en ese ser tan baboso y mala cama. Pero aun, no había llegado lo peor.
El objetivo de su mano izquierda no era el sexo de Verónica en sí. Eran las bragas, que arrancó lastimándole la piel de la cadera mientras decía:- “Te amo, nena, ¡ Te amo! ¡Tengo unas ganas de ti que voy a reventar!”
Verónica se sorprendió por la confesión realizada por Abel, más, porque todo su lenguaje corporal revelaba que no quería que él llegara a consumar el acto. Sin embargo, él no de daba cuenta de eso y gritaba que la amaba mientras se erguía en el piso para quitarse el interior tipo tanga y resollaba –“Uy,que rico, ¡que rico, bebe!
Desnuda, sobre la cama, Verónica se sentía vulnerable, la más desprotegida del mundo, aunque al ver a Abel así, sintió lástima de él. No era la primera vez que justificaba la manera de actuar de una persona. Trataba de entender cada una de las circunstancias que podían afectar a un ser humano. No era la primera vez que estaba con alguien que no sabía lo que hacía, además, él se había portado muy bien con ella. Y no se había puesto violento, sino excitado y eso le había hecho perder el control.
De pronto, vio algo que la alteró, aunque fue más lo que tuvo que contener la risa que lo que la turbó, pues Abel, con el juego previó y el roce de sus manos sobre el pene mientras se quitaba el interior, eyaculó sobre los pantalones. No era mentira su confesión en la que decía que estaba por estallar.
La cara de Abel, pasó por todos los colores posibles. Sus ojos se abrieron desmesuradamente como buscando una explicación en el rostro de Verónica, quien tuvo que volver a hacer un esfuerzo para no sonreír. Sobre todo, porque a su mente vino parte del estribillo de una canción de Willie Colón “…Esta es la historia de cayo condón, no le dio tiempo a ponerse el sombrero…”
Abel, retrocedió 3 pasos, arrastrando los pies y se dejó caer en un sillón, sobre su chaqueta. En sus manos, se solidificaba su líquido fecundador, mientras que en el borde de la cama, goteaba hasta formar un charco espeso sobre el pantalón.
Pasaron unos segundos que a Verónica le parecieron eternos. Trato de ver hacia otro lado como no dándole importancia al asunto, pero vio cuando los ojos de Abel se iban poniendo vidriosos. Ella tenía que tomar cartas en el asunto, si quería salir de allí y que la pesadilla de esa noche acabara. Sonrió para sí y pensó -“Realmente ya acabó, necesito que se termine la noche.” 

2 comentarios:

  1. La verdad es que te botaste pana lo que lei me anima a esperar el fin de la historia. Tiene mucho del estilo de Charles Bukowski...lo has leido???

    ResponderEliminar
  2. no hermanito, no lo he leido.. disculpa por la tardanza de la respuesta, espero que te hayan gustado los nuevos post

    ResponderEliminar