jueves, 21 de abril de 2011

La MIsión (3/10)


Volvió a mirar el cobertizo, la calma le acompaño de nuevo, se recostó en el sitio anterior y decidió descansar, ya que al día siguiente tenía una ardua jornada, debía visitar a sus antiguos compañeros de revuelta. El sueño se apoderó rápidamente de él, se sentía cansado, sumamente cansado como si llevase una gran carga encima. Cerró lo ojos y nuevamente soñó.
Las miradas de lastima que le profesaban en Keiroth, volvieron a caer sobre él, la risa de los más desconsiderados comenzó a sonar en el interior de su mente. Las miradas de pena de las mujeres avanzadas en edad que lo escrutaban como a un animal extraño e incluso, los extranjeros que sabían de su historia.
Aquel extranjero venido de muy lejos, que le preguntó a la salida de la taberna sobre su vida, quería ayudarle. Pero él, que estaba cargado de ira, no reflexionó lo que había escuchado y sin pensarlo dos veces, con la velocidad que siempre lo ha caracterizado para actuar, le dio muerte al extranjero por hablar de más. Sin siquiera conocer la verdad y el dolor que embargaban al difunto que con una historia similar había llegado a Keiroth en busca de respuestas sobre una acción del pasado que luego lamentaría hasta el fin de sus días. Después de esa muerte tuvo que huir de la isla, y se refugio en un sitio que le era familiar, aunque no lo reconocía.
Un fuerte escalofrío recorrió su espalda y lo hizo levantarse, azorado caminó hasta donde había un pellejo lleno de agua y bebió. Sudaba a cántaros y en su mente se repetía una y otra vez la imagen de su padre muerto… en sus manos…Recordó la historia completa y desde el principio. Luego de establecerse en el nuevo sitio al que había llegado, conoció a una bella viuda que poseía muchas propiedades y en función de su avaricia, rápidamente se hizo agradar por la mujer y la convirtió en su esposa. Realmente fueron felices y como prueba de su felicidad dieron al mundo dos bellos hijos.

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