Volvió a mirar el cobertizo, la calma le acompaño de nuevo,
se recostó en el sitio anterior y decidió descansar, ya que al día siguiente
tenía una ardua jornada, debía visitar a sus antiguos compañeros de revuelta.
El sueño se apoderó rápidamente de él, se sentía cansado, sumamente cansado
como si llevase una gran carga encima. Cerró lo ojos y nuevamente soñó.
Las miradas de lastima que le profesaban en Keiroth,
volvieron a caer sobre él, la risa de los más desconsiderados comenzó a sonar
en el interior de su mente. Las miradas de pena de las mujeres avanzadas en
edad que lo escrutaban como a un animal extraño e incluso, los extranjeros que
sabían de su historia.
Aquel extranjero venido de muy lejos, que le preguntó a la
salida de la taberna sobre su vida, quería ayudarle. Pero él, que estaba
cargado de ira, no reflexionó lo que había escuchado y sin pensarlo dos veces,
con la velocidad que siempre lo ha caracterizado para actuar, le dio muerte al
extranjero por hablar de más. Sin siquiera conocer la verdad y el dolor que
embargaban al difunto que con una historia similar había llegado a Keiroth en
busca de respuestas sobre una acción del pasado que luego lamentaría hasta el
fin de sus días. Después de esa muerte tuvo que huir de la isla, y se refugio
en un sitio que le era familiar, aunque no lo reconocía.
Un fuerte escalofrío
recorrió su espalda y lo hizo levantarse, azorado caminó hasta donde había un
pellejo lleno de agua y bebió. Sudaba a cántaros y en su mente se repetía una y
otra vez la imagen de su padre muerto… en sus manos…Recordó la historia
completa y desde el principio. Luego de establecerse en el nuevo sitio al que
había llegado, conoció a una bella viuda que poseía muchas propiedades y en
función de su avaricia, rápidamente se hizo agradar por la mujer y la convirtió
en su esposa. Realmente fueron felices y como prueba de su felicidad dieron al
mundo dos bellos hijos.
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