jueves, 21 de abril de 2011

La Misión (7/10)


Por qué no demuestra su gran poder y hace venir un ejército que lo libere, tome su puesto de una vez como el rey de los judíos y así nos libere del dominio romano. Los Zelotes estaríamos dispuestos a luchar hasta la muerte y demostrarle al pueblo hebreo, quien es el poder. ¡Pero no!; él tiene que esperar por lo que dice el Padre, lo que le dice en sus oraciones y actuar con calma. Por eso lo entregué, por no haber cumplido con lo que nos prometió, ¿dónde está el reino que él iba a instaurar?, ¿dónde está el poder de los cielos?, ¿en dónde se están haciendo realidad las profecías de Juan el Bautista?
Judas doblaba en la esquina y se dirigía a una edificación muy antigua e imponente; era el Sanedrín, quería hablar con Caifas, el Sumo Sacerdote. En su mente todo estaba confuso, no sabía si quiera por donde empezar su conversación con el Sumo Sacerdote, incluso, no sabía si sería recibido, aunque eso era lo de menos.
Luego pensó, ¿por qué yo, luego de haberle entregado debo ser quien lo salve?, ¿no era él quien nos iba a salvar?, por qué no usa todo su poder y lo logra, de esta manera demuestra quién es el Salvador. Además, mi traición va a traer beneficios para el pueblo hebreo. Mucha gente recibirá alimentos y muchos otros, armas para continuar la lucha que nos hemos trazado. Una vez más Judas dudó.
Salió de la antesala del edificio, de nuevo vió el cielo, éste se encontraba nublado luego de haber amanecido con un sol que destellaba, vió la lluvia como una señal positiva y trato de tranquilizarse, pero en su mente sólo encontraba espacio para el temor y la duda, ya la tranquilidad y la paz no retornarían a su atormentada humanidad, él no lo sabía, pero lo comenzaba a sospechar.
Decidió seguir su camino hacia la casa de los apóstoles, sin embargo dudó, volteó la cara y vió de nuevo el edificio del Sanedrín. Algo le hacía pensar que debía entrar ya que allí encontraría la razón de su actuar. En ese momento, pasaron por su mente un sin fin de imágenes que mostraban catástrofes y desgracias; Jesús siendo golpeado por los soldados romanos, el juicio popular, en el cual el pueblo escogería la liberación de un delincuente cualquiera en vez de Jesucristo, la posterior crucifixión y todas las desgracias que caerían sobre los cristianos, las persecuciones y matanzas ordenadas por el gobierno romano, la derrota y exterminio total de los Zelotes, su propio sufrimiento al ser catalogado como el traidor, las penitencias impuestas por la sociedad, el escarnio público, las burlas, los insultos, las pedradas.

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